La inmensa mayoría de nosotras nos hemos sentido alguna vez como Shakira. Por suerte, también como Miley.
Y sabemos cómo se siente al pasar de un estado a otro. Y si tú aún no lo sabes, te lo digo yo: es una PUTA MARAVILLA.
La semana pasada, Sol Aguirre, a quien admiro profundamente y a quien deberías comenzar a seguir en cuanto termines de leer este email, publicó un fabuloso texto en el que hablaba de ese primer día en el que te despiertas y ya no te duele estar sin él. Ese día en el que, de hecho, te sientes mucho más plena y más feliz que cuando estabais juntos.
Ese debería ser el objetivo.
Es normal pasar una etapa en modo Shakira. Hay que dejar fluir la mala hostia que brota a borbotones por todos los poros de tu piel cuando te enteras de que el que hasta ahora era tu compañero de vida se acaba de cargar vuestro proyecto de familia feliz engañándote con otra. Bien sea con una rubia de 22 o con una morena de 55. Ese dato importa más bien poco, aunque me atrevería a aventurar que jode más la primera opción.
A lo que iba: que sentir esa rabia acumulada, ese rencor y esa necesidad imperiosa de buscar culpables es absolutamente normal y hay que pasarlo sí o sí. La clave aquí está en no quedarte anclada en esa fase. Transitarla sí, pero no quedarte a vivir ahí.
Grita, canta a pleno pulmón «que una loba como yo no está pa tipos como túúúúúú», pégale de hostias al sofá, contrátame como coach o haz lo que tengas que hacer para canalizar todos esos sentimientos y abrirles las puertas para que vayan abandonando tu cuerpo serrano lo antes posible.